Me subo a uno de los dos radiotaxis que llamamos con mis amigas. "Yo me llevo la mejor", dice ostentosamente el señor que manejaba, al instante de haberme subido y sin motivo aparente. Yo me rio, porque en verdad le doy la razón, pero no digo nada. Luego de indicarle mi destino, el hombre señala lo cerca que vivo de una heladería a la que él justo pensaba dirigirse. Pienso en su mujer cuando remarco: "Sí, yo también tenía ganas de tomar helado, pero no hay que darse el gusto todos los días". Y me siento bien, afianzando mi rol de brujilda. "Es que comí una pizza con los muchachos..." "Y necesitaba algo para bajarla", completo yo, y bue, le festejo. A fin de cuentas, su colesterol no es asunto mío. Mientras él sigue hablándome y haciéndome chistes todo el viaje, feliz de que una mujer (madre, esposa, hija o pasajera) haya aprobado su insalubre helado, yo pienso en las pequeñas peculiaridades que engloban a su género. "Hoy está llena de gente la calle, ¡no sabés cómo está el centro! Llena de extranjeros... no entiendo nada, hablan en quechua". ¿En quechua? Qué interesante, lo mismo debían pensar los primeros extranjeros que llegaron a América de nuestros antepasados (aunque ellos estaban en lo correcto). Y yo, que vengo de tener una discusión sobre el "choque de culturas", sobre la incidencia que podemos tener cada uno de nosotros en el "avance del progreso" o en el "retroceso de la civilización", me quedo pensando. "Sabés, piba, tengo ganas de hacer un cursito de esos de inglés, ¿viste? Para aprender lo básico, porque ellos llegan acá y no te hablan nada." Pienso en el esperanto, en una lengua universal, pienso lo que debe sentir este taxista al perder trabajo y sociabilidad por la falta de comunicación. "Mi cuñada siempre me dice que ella me va llevar a hacer un curso." Después de pensar un rato, y de oponer un par de obstáculos, me dejo convencer, y le digo que sí, que después de tomar el helado, piense seriamente en aprender inglés que le va a ser de mucha ayuda.
Ella llamaría casi muda: hombre, ¡pero hombre!, ¡para retenerlo, para traerlo de vuelta! Pero era para siempre, Virginia, escucha, para siempre y aunque Granja Quieta se marchite y nuevas tierras surjan indefinidamente, jamás el hombre retornará, Virginia, jamás, jamás, Virginia. Jamás. Clarice Lispector, La araña
miércoles, noviembre 21, 2007
Me subo a uno de los dos radiotaxis que llamamos con mis amigas. "Yo me llevo la mejor", dice ostentosamente el señor que manejaba, al instante de haberme subido y sin motivo aparente. Yo me rio, porque en verdad le doy la razón, pero no digo nada. Luego de indicarle mi destino, el hombre señala lo cerca que vivo de una heladería a la que él justo pensaba dirigirse. Pienso en su mujer cuando remarco: "Sí, yo también tenía ganas de tomar helado, pero no hay que darse el gusto todos los días". Y me siento bien, afianzando mi rol de brujilda. "Es que comí una pizza con los muchachos..." "Y necesitaba algo para bajarla", completo yo, y bue, le festejo. A fin de cuentas, su colesterol no es asunto mío. Mientras él sigue hablándome y haciéndome chistes todo el viaje, feliz de que una mujer (madre, esposa, hija o pasajera) haya aprobado su insalubre helado, yo pienso en las pequeñas peculiaridades que engloban a su género. "Hoy está llena de gente la calle, ¡no sabés cómo está el centro! Llena de extranjeros... no entiendo nada, hablan en quechua". ¿En quechua? Qué interesante, lo mismo debían pensar los primeros extranjeros que llegaron a América de nuestros antepasados (aunque ellos estaban en lo correcto). Y yo, que vengo de tener una discusión sobre el "choque de culturas", sobre la incidencia que podemos tener cada uno de nosotros en el "avance del progreso" o en el "retroceso de la civilización", me quedo pensando. "Sabés, piba, tengo ganas de hacer un cursito de esos de inglés, ¿viste? Para aprender lo básico, porque ellos llegan acá y no te hablan nada." Pienso en el esperanto, en una lengua universal, pienso lo que debe sentir este taxista al perder trabajo y sociabilidad por la falta de comunicación. "Mi cuñada siempre me dice que ella me va llevar a hacer un curso." Después de pensar un rato, y de oponer un par de obstáculos, me dejo convencer, y le digo que sí, que después de tomar el helado, piense seriamente en aprender inglés que le va a ser de mucha ayuda.
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10 comentarios:
excelente, smithers...
me gusta esto de las crónicas...
voy a probar
besok
dejarse convenser.
me gusto el relatoy la foto
saludossss
Hola virginia. Gracias por pasar!!! Te esperamos cuando quieras... estamos hasta el 21 de diciembre. Si deseas reseras entradas con descuento podes hacerlo a traés de nuestro mail teatro.plano22@gmail.com
Esperamos tus comentarios con respecto a la Obra. Que la disfrutes.
tenía razón el taxista, se llevaba la mejor, o no.
ahora, mas que clases de inglés, este hombre necesitaría algunos datos sobre seducción
vir. puse unos poemas por aquí y por alla
te repito hasta el cansancio:
ESCUCHÁ POR FAVOR EL KOLN CONCERTE DE KETH JARRET.
es maravilloso y después de escucharlo y escucharlo, ponelo para escribir...es mejor que mi banda de sonido...
beso
palabrita:
ryjpg: un archivo de imagen, obvio!
Vir! muy buena tu crónica! hacia bastante que no te leía...
pasare mas seguido!
un beso
me gusta esa combinación electrónica con la palabra... el sonido... las letras... todo se hace multidimensional...
queremos ser tus favoritas!!!!
dale
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jey
sión
Dónde esta la pure volume. Dónde están tus rulos. Dónde estás Vir que yo te extraño.
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