Ayer vino Ramón con su hijo pequeño que tiene esa edad crítica en la que no se es ni chico ni adolescente. El niño parecía preocupado por algo y se paseaba por la casa como quien no aguanta las penas. Mientras Ramón le ponía enduido a una de las claraboyas de la entrada, prácticamente lo choqué en la cocina y le pregunté divertida: "¿Qué buscás?" Me respondió bastante avergonzado (y con voz de hombre) que no buscaba nada, y siguió su calvario hacia el otro lado de la casa. A la hora del almuerzo, me senté a comer frente a la computadora, con la bandeja en mi falda y, entre bocado y bocado, aburrida porque la computadora sin manos que la manejen no es muy compañera, escuchaba fragmentos de la conversación que padre e hijo tenían cerca mío. Oía sin mucho interés, con la mente ocupada en otra cosa, hasta que una frase de Ramón me retuvo: "No te preocupes, hijo, que en la vida todo tiene solución, menos la muerte". Mi mamá solía decirme lo mismo; pero luego ella había muerto, y a mí todavía me costaba encontrarle solución a las cosas más banales. Quedé un segundo hechizada, cavando esas capas de la memoria tan peligrosas de remover.
A la noche, estaba leyendo las crónicas de Clarice Lispector y encontré, casi textual, otra frase que solía decirme mi mamá: "con esa sensibilidad vas a llorar lágrimas de sangre". Pensé en cuánto le hubiera gustado a mamá leer a Clarice, cuánto la hubiera cambiado, profundamente. Y también pensé que, por mi parte, estaba bien haber llorado tanto por ella, y seguir llorándola, ya que había sido mamá quien me había vaticinado las incontenibles bermejas lágrimas. Y ese pensamiento me emocionó, cavando capas del corazón que hacía tiempo no removía.
2 comentarios:
incontenibles bermejas lágrimas,
hermosa frase, yo no lloro así, sino una especie de cloruro de sodio esmirriado que parece provenir de un puercoespín resfriado
saludos
Lo mejor es que siempre que un recuerdo hace rodar una lágrima por la rodilla, siempre otro recuerdo anterior hace una mueca de risa para romperla...
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